Se han quedado en paro, con el agua al cuello, y viven con el estrés de saber que, si no pagan la hipoteca, van a la calle. Además, algunas entidades financieras les intimidan. Les llaman por teléfono, a todas horas, al trabajo; localizan a familiares, y les recuerdan todo lo que les puede pasar si no pagan: figurar en las listas de morosos, que les embarguen la nómina, quedarse en la calle, que les quiten el piso a sus padres, la pensión a su abuela, la custodia de los hijos si pierden la vivienda...
Lo denuncia la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que recuerda que hasta finales de 2010 en Cataluña ha habido 50.000 ejecuciones de pisos por impago de hipotecas y asiste a un goteo de gente desesperada que busca ayuda. Hoy presentarán en Barcelona, junto a otras siete entidades, la iniciativa legislativa popular que pide la reforma de la ley hipotecaria para evitar en lo posible que se vuelvan a producir en el futuro estas dramáticas situaciones.
El hermano de Blanca no tiene más ingresos que los 420 euros que reciben los parados que han agotado ya todas las prestaciones. La cuota de su hipoteca es de 1.450 euros mensuales. Ya han subastado su piso, están a punto de echarle. Lleva tres intentos de suicidio. Blanca le avaló. Ella sí paga por su hipoteca: 1.000 de los 1.200 euros que ingresa cada mes. "Llevo dos meses de retraso, nunca dejo que pasen tres". Tiene trabajo fijo y mucho miedo a perderlo. "Nos han dicho de todo, que nos lo quitarán todo, hasta lo que mi familia pueda tener en Ecuador". Blanca y su hermano firmaron sus hipotecas en plena alegría de la burbuja: en un domicilio particular a las diez de la noche, recuerda.
Estas prácticas las conocen bien los empleados de entidades financieras. A veces las llamadas intimidatorias se producen desde la misma oficina, otras veces se contrata a compañías que gestionan deudas. Oriol trabajaba en una gran caja, pero dejó el trabajo. "No aguantaba más", asegura: "Colocar productos que sabes que no funcionan y tarjetas a gente que no conoce las reglas básicas, ver cómo se llegaron a firmar hasta cuatro y cinco hipotecas a la semana". Se firmaban incluso por las tardes, con la oficina ya cerrada. "Si tienen motivos para llevar a cabo todo lo que dicen, que lo hagan, pero que no se dediquen a atemorizar a la gente", considera.
El presidente de la Unión de Consumidores de Cataluña, Manel Ruiz, alerta de que las amenazas son una práctica ilegal y lamenta que es muy complicado probarlas. Se suelen hacer desde teléfonos no reconocibles y nunca por escrito. Estas prácticas también preocupan a la Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros (Adicae). Su secretario general en Cataluña, Jofre Ferrés, ha constatado, a partir de gente que llega a la asociación, que "los bancos, para reducir su morosidad, pasan los créditos dudosos a agencias de recobro". "Actúan de forma ilegal", asegura, "porque no respetan la ley de protección de datos y actúan con total impunidad, llaman de madrugada a familiares, buscan la vergüenza, el escarnio de gente que ya está viviendo un drama".
En otros países la legislación no lo permite, subraya Ferrés. La burbuja inmobiliaria también ha estallado para las tasadoras, que en poco tiempo han pasado de tasar a porrillo a tener poco trabajo, y cuando lo tienen, es para estudiar pisos que irán a subasta. Teresa (nombre supuesto), empleada de una gran tasadora, lo expresa claramente: 'He pasado de analizar 30 pisos al mes a tasar ocho, y para embargarlos'. A veces tasa para subastar el mismo piso que hace seis años evaluó para vender y por orden del mismo banco. 'Hace seis años los bancos nos decían la cifra, hinchándola, para mover mucho dinero; ahora la orden es hacerlas por debajo. Tasamos desde fuera, porque no podemos entrar. Pero conocemos el piso porque ya hemos estado', asegura, y apunta que los bancos básicamente están ejecutando los pisos 'más sencillos', a la gente más humilde.
Marta (otro nombre falso) también va atrasada con la hipoteca, pero asegura que no le quita el sueño. Su piso es de los caros, roza los 400.000 euros, y ha llegado a la conclusión de que el problema es tanto suyo como del banco. Es free lance (trabaja por libre) y si no paga es porque también es víctima de la morosidad de sus clientes. 'Esto es una cadena. La oficina lo sabe, sabe lo que ingreso y lo que gasto. No soy morosa por gusto, voy pagando lo que puedo', dice. La llaman casi cada día de la oficina, 'y a finales de mes es cuando se ponen más nerviosos'. 'El pasado 31 de diciembre se pusieron a gritar, diciendo que el Banco de España les revisaría las cuentas, te hacen creer que tú eres su principal problema'.
Josep Fillol también se ha plantado. Pese a las amenazas. Asegura que si plantas cara, dejan de hacerlo. También le llamaban al trabajo y llegaron a hablar con su jefe. Tuvo que explicar su situación a todo el mundo. Ansiedad, sentimiento de culpa, un dineral en tratamientos médicos..., explica. Pero se ha plantado. No paga. Sí lo hace su expareja, con quien firmó la hipoteca, y deduce que por eso le han dejado en paz. 'Nadie me obligó, lo sé', previene ante reproches. 'Pero sí me empujaron: leyes a medida, productos de alto riesgo, letra pequeña...'. 'Esto es como el baile de la silla, todo el mundo está contento porque nadie sabe que hay uno que no tiene sitio'.
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