Communards: hombres y mujeres de la Comuna de Paris

. lunes, 21 de marzo de 2011
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Hace 140 años ya de la “Commune” de París, cuya importancia histórica sobrepasará con mucho lo que realmente fue. Este trabajo es complementario de otro ya publicado en Kaos sobre los escritores y artistas de la Comuna…


La historia es conocida, o al menos tendría que serlo  porque marca un antes y un después en la historia del socialismo, pero  sobre todo porque demuestra que lo que quería la gran mayoría del pueblo si no fuese por los aparatos coercitivos que lo obligan a tener que soportar las leyes del más fuerte, la lógica corrupta de la burguesía…



Sucedió que el Comité Central de la Guardia Nacional, que se encontró con París abandonado pro los burgueses y que no había pensado en convertirse en el gobierno del París revolucionario, decidió inmediatamente celebrar elecciones para un gobierno de París que asumiera la responsabilidad y que fuese enteramente representativo, que fuese elegido por los votos de todos los varones, y su resultado fue llamado la “Comuna de París”. Simultáneamente,  los alcaldes y delegados de barrio, trataban de mediar entre el presidente Auguste Thiers y los parisienses; pero el jefe republicano los entretuvo con palabras y no los ayudó.
La Comuna fue elegida (28-03-1871) por el voto de 229,000 electores de 485,000 que estaban registrados, una votación numerosa, teniendo en cuenta que muchos de los habitantes habían salido de la ciudad. En modo alguno fue desde el principio un organismo compuesto sólo de revolucionarios. Un buen número de liberales y radicales fueron electos, sobre todo en los distritos de las clases medias; pero éstos, o no tomaron posesión de sus cargos o se retiraron pronto, pero entre ellos había un buen número de conocidos radicales, incluyendo a muchos periodistas, miembros del Comité Central de la Guardia Nacional, blanquistas y jacobinos de los clubes revolucionarios y miembros de la clase obrera y algunos, pocos, relacionados con la Internacional. . La mayoría después de los cambios eran jacobino-blanquistas, con los “internacionalistas” formando una minoría bastante compacta, forjada en la lucha contra Napoleón “le petit”.
La Comuna no fue una revolución proyectada con antelación, tampoco surgió como   un pacto entre los diversos grupos socialistas, sí bien la idea de   una Comuna revolucionaria permanecía en el imaginario del pueblo llano desde las jornadas de   1793, aunque la cuestión ahora se hizo socialmente más obvia, el pueblo trabajador hacía tiempo que se estaba organizando y el imaginario de otra forma de sociedad en la que las personas y la solidaridad fuesen más importantes que las ganancias y la lucha de todo contra todos, estaba al orden del día,   y había sido expresada con fuera desde “la Internacional”. Por otro lado, para los franceses, la “comuna” era la unidad tradicional de la administracj6n local: Francia se componía de comunas locales; y todos los contrarios al poder centralizado del Estado pensaban, como es natural, en la Comuna o municipio como el núcleo principal de un poder rival emanado directamente del pueblo. Este sentimiento era ampliamente compartido entre los representantes de miembros de la clase media modesta de París, que se había sumado a la revolución a través de la Guardia Nacional.
¿Quiénes eran los jefes de la Comuna? La Comuna no tuvo un cuadro de líderes reconocidos, los que llevaron adelante fueron muyo diferentes, para que resultase de sus debates una dirección coherente. Pero sí bien no hubo nadie especialmente reconocido, si hubieron muchos hombres y mujeres que actuaron con inteligencia e integridad. La “foto” de sus componentes se fueron haciendo vivas después, en el exilio, a través de las memorias y relatos, y más tarde, de la labor de los historiadores. En su mayoría fueron jóvenes, y entre ellos las mujeres fueron las primeras en ocupar las barricadas y las últimas en abandonarlas, de ahí que se ganaran un odio especial de aquella gente para las que su “propiedad” era más que su Dios o su patria.
Louise Michel (1830-1905), la más famosa y calumniada de las “petroleras”, y a la postre, el personaje más emblemático de la Commune…Después de haber estudiado en Chaumont, obtuvo el título de lo que actualmente se llamaría maestra. Pero se negó a prestar juramento al Imperio y prefirió abrir una escuela libre en enero de 1853. Después de haber ejercido --a pesar de la represión de las autoridades-- en la región, en Millières, se trasladó a París donde se incorporó a la vida literaria y periodística con muchas dificultades. Tuvo que trabajar en trabajos secundarios y con seudónimo debido a su condición femenina. No se sabe a ciencia cierta sí tomó parte de la Primera Internacional, pero no hay dudas de que simpatizó con ella y de que colaboró activamente con su núcleo parisino. Según un informe de la policía se incorporó al movimiento de oposición en enero de 1969, y al final de este año es elegida secretaria de la "Sociedad democrática de moralización" y el 12 de enero del año siguiente participa, vestida de hombre y con un puñal oculto, en los funerales del periodista Victor Noir, asesinado por Pierre Bonaparte. Su prestigio se deriva de su impresionante intervención en la Comuna de París, en la que no actuó como "petrolera" --tal como la tildó la reacción-- sino como una de las animadoras intelectuales, trabajando como enfer­mera, organizando a las mujeres y representando a la fracción más so­cialista y numantina. Vio morir a Teófilo Ferré, al que se considera su único amor y resistió con integridad en las barricadas. Se rindió para evitar el fusilamiento de su madre. Durante el Consejo de Guerra que siguió a la represión, Louise desafió a las autoridades asumiendo su responsabilidad, exigiendo un lugar entre los masacrados y denunciando a los versalleses. La derecha hizo de ella un retrato pro­pio de un monstruo de maldad, sacando a relucir su origen "ilegal" y burlándose de su físico (los periodistas le sacaron el sobrenombre de "La laide", "La Fea"). Posteriormente Louise Michel escribiría Mis recuerdos de la Comuna (Siglo XXI, Madrid, 1973), una obra clásica y que ha sido traducida en numerosas ocasiones al castellano.
Louise fue condenada a la deportación en Nueva Caledonia junto con nu­merosas comuneras más. El viaje fue penoso e interminable, y las con­diciones de la deportación, terribles. Louise no acepta un cometido inferior al de los hombres y trabaja como uno de ellos. Poco a poco fue imponiéndose y convenció a las autoridades del lugar del papel que podía jugar como maestra pare los nativos. Cuando estos --los lla­mados "canakos"-- se rebelaron contra el poder colonial, muchos antiguos comuneros cooperaron con las tropas francesas, en tanto que Louise se puso al lado de los nativos oprimidos. Cuando terminó la deportación Louise tuvo que asegurar a los nativos que volvería. De esta experiencia allen­de de los mares había sacado una lección eminentemente libertaria: "el poder está maldito". Después de regresar en olor a multitudes, Louise se comprometió con el movimiento anarquista. Su actividad en esta época se redoblo en una labor incesante como publicista, oradora y organizadora. Al menor pretexto las autoridades la encerraban. "Su vida personal era difícil, por cuanto ganaba poco no cotizando su pluma y no cobrando nada por las conferencias que daba. Los que habían convivido con ella en la Nueva Cale­donia, le ayudaron como pudieron. Pero ayudar a Louise era hacerlo para centenares de personas. Cuanto para ella se recogía, tomaba el camino de otras casas, iba a otras manos, que ella juzgaba más desvalidas. Fue víctima de numerosos desaprensivos, que le quitaban sin vergüenza el pan de la boca. Lo extraordinario es que esta mujer, que era literal­mente una santa, aún fue objeto de un atentado. Salió de él herida y no quiso de ninguna manera que se castigara al que había intentando matarla, sin duda un loco o un agente al servicio del enemigo" (Federica Montseny, Palabras en rojo y Negro). La misma Montseny se hace el siguiente eco "se dice que fue uno de los `negros' de Julio Verne, y que algu­nas de las obras de este autor fueron escritas por Louise Michel (...) Por ejemplo, se dice que ella escribió integralmente Veinte mil leguas de viaje submarino (...)".
Su anarquismo fue más un "estado de espíritu" que una convicción doctrinal. Colaboró intensamente con la corriente libertaria, pero también lo hizo --quizás en menor grado-- con la masonería y con los fundadores del partido socialista galo. Sobre su feminismo se puede decir que fue subyacente, o sea que se encontraba implícito en su discurso por una revolución social que no podía serlo de verdad sí no integraba en su interior las exigencias emancipatorias de las mujeres condenadas por la sociedad a ser inferiores. Sus principales características fueron dos básicamente: el valor y la bondad. Desafió siempre la muerte y la represión con una integridad apabullante. Emprendió, cuando tenía 74 años la aventura de una gira de propaganda --naturalmente anticolonialista y antimilitarista-- por el norte de África y fue aclamada por los desheredados. Al volver a Francia, y en medio de otra campaña de agitación, se le declaró una pulmonía y falleció poco después. Hasta 1916, se celebró todos los años una manifestación sobre su tumba. Una Asociación de Amigos de Louise Michel funcionó en París hasta fechas recientes, y hace menos aún se creó la Fundación Louise Michel entre cuyos animadores destacaba nuestra camarada y amigo Daniel Bensaïd.
Uno de los comuneros destacados más jóvenes fue Charles Longuet (1833-1901),
que acabaría siendo hijo político de Karl Marx, al casarse con su primera hija, Jenny,  en 1872 por medio de una ceremonia civil. Longuet había actuado en política desde sus días de estudiante; había sido partidario de Proudhon, y luego ingresó en la Internacional. Durante la Comuna dirigió el Journal officiel. Más tarde desempeñó un papel importante en el partido obrero de Jules Guesde y escribió varios libros sobre las ideas socialistas, aunque ninguno de ellos quedó como importante. Tuvo seis hijos, cinco varones incluyendo al luego famoso socialista Jean Longuet, y la última fue una hija. Charles fue uno de los oradores en el funeral de Marx. La pareja se suicidó junta en 1901. 
La revolución no está exenta de miserias y contradicciones, ni mucho menos. Está hecha por gente de un mundo que en un momento dado, está dispuesto a dar todo por cambiarlo. De hecho, la revolución es solamente el comienzo, luego viene nada menos que la tarea de desarrollarla, y eso, hasta este momento, siempre ha sucedido en condiciones especialmente adversas.

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