Final de infarto en las elecciones de Perú
Diez años de un crecimiento sostenido del 5,7% no han servido para mejorar las condiciones de vida de la población más pobre del país. Ambos candidatos intentan captar el 5 de junio el apoyo de un electorado que pide cambios en un modelo que aumentó las desigualdades.
"Si la gente creyera que mi padre es culpable, ningún peruano habría votado por mí", afirmaba Keiko Fujimori en septiembre de 2007. Que dos años después Alberto Fujimori fuera condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad no parece haber moldeado el discurso de la hija del ex dictador, que sigue sosteniendo la inocencia de su padre. Tampoco parece haber dejado una huella profunda en buena parte del electorado peruano. “Todavía está instalada en la opinión de muchas personas la justificación de estos crímenes”, afirma Francisco Soberón, abogado de la organización de derechos humanosAPRODEH.
“Se puede tener dudas de Humala, pero de Keiko tenemos pruebas”, dijo el profesor de Harvard Steven Levitsky en una de las frases más repetidas de la campaña. Las mismas pruebas que pesan contra muchos de sus principales colaboradores, Marta Chávez, Hernando de Soto, Rafael Rey o Jaime Yoshiyama, que fueron estrechos aliados de su padre en la década del ’90. Sin embargo, tras una primera vuelta, en la que Ollanta Humala ganó con el 31,6% frente al 23,5% de Keiko, las preferencias parecen haberse invertido. O por lo menos es lo que señalan las últimas encuestas, que situaban a Keiko Fujimori como nueva presidenta con una diferencia de uno a seis puntos. La maldición de las segundas vueltas parece perseguir a Humala.
En las elecciones de 2006, este militar retirado ganó la primera votación con porcentajes muy similares a los de este año. En aquella ocasión su contrincante fue Alán García, quien tuvo que huir del país después de su primera presidencia, acusado de corrupción y violaciones de los derechos humanos. Al igual que Alberto Fujimori en 2000. Entonces, como ahora, los medios de comunicación dirigieron una campaña ’antihumalista’ basada en los fantasmas del caos económico, de Hugo Chávez y de la participación del candidato en los levantamientos militares de 2000 y 2005. Al igual que hace cinco años Humala gana en prácticamente todas las regiones interiores del país, pero pierde estrepitosamente en Lima, una ciudad que parece vivir al margen del resto de Perú y sigue siendo determinante a la hora de elegir presidentes. Sin embargo, el debate entre los dos candidatos, el 29 de mayo, puede cambiar completamente el panorama. En las encuestas del día siguiente, las últimas permitidas, la diferencia en favor de Keiko se reducía entre uno y tres puntos. Según la encuesta IMASEN Ollanta Humala ganaría las elecciones con un estrecho margen.
A diferencia de 2006, en estas elecciones Humala se presenta con partido propio, libre de incómodos procesos judiciales y con nuevos asesores de imagen. En esta ocasión, Humala ha hecho todo lo posible por desvincularse de la figura de Chávez, para intentar acercarse a la de Lula. La moderación de su discurso le ha valido para ganarse el apoyo de buena parte del partido Perú Posible del ex presidente Alejandro Toledo y hasta del escritor Mario Vargas Llosa. Pero de poco ha servido para convencer a los grandes medios, que apoyan invariablemente a Keiko Fujimori.
Crisis del modelo
Tanto Humala como Keiko han capitalizado el hartazgo de la población ante las desigualdades en el reparto del crecimiento de la última década. Aunque durante su gobierno se privatizaron empresas y se aplicaron los planes de ajuste del FMI, un sector de la población recuerda al fujimorismo como el Gobierno que ’acabó’ con Sendero Luminoso, controló la inflación y repartió planes sociales.
Con el tiempo ambos candidatos han ido acercando el discurso. Mientras que el programa de Gobierno de Humala tiene como título La Gran Transformación, Keiko insiste en un “cambio radical” en cuanto a redistribución, al mismo tiempo que promete mantener el status quo neoliberal en materia económica. Según explicaba la candidata, su política de seguridad miraría hacia la Colombia de Uribe y la económica al Brasil de Lula. Por su lado, Humala, que también cita a Lula en economía, propone que ese “cambio radical” se lleve a cabo mediante una “economía nacional de mercado”, con medidas como el aumento de impuestos a las empresas mineras.
Desde 2009, año en que el Gobierno llegó a reconocer la cifra de “247 conflictos sociales no resueltos”, la insatisfacción con el modelo neoliberal se hizo cada vez más patente. Las luchas antimineras, las protestas contra la aplicación del TLC con EE UU, las marchas de maestros, azucareros, trabajadores, las revueltas de Apurimac, Cocachacra o Espinarsacudieron la presidencia de Alan García. Pero fue la revuelta y masacre de Bagua la mayor expresión de este hartazgo. “La masacre fue un aviso de que este modelo neoliberal no va más, que hay que apostar por cambios”, dice Carlos Flores de la Radio La Voz de Bagua. El día de las elecciones se cumplirá el segundo aniversario de este levantamiento de los pueblos indígenas contra la “privatización de la selva”.
“Cuando ya todos los países de la región están en un proceso de cambio por una opción distinta al neoliberalismo, incluso cuestionando ese proceso, en el Perú todavía tenemos gobiernos neoliberales"
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